TROPOS V - ANADIPLOSIS

A veces pienso en ti incluso vestida, vestida de mujer para la noche, la noche que cambió tanto en mi vida; mi vida, deja que te desabroche... (Javier Krahe)

Vos haec facietis maxima Gallo, / Gallo cuius amor tantum mihi crescit in horas (Virgilio).

Carnes de cañón que precisan euforias controladas. Controladas por un lápiz paradigmático que dibuja una epopeya meritoria. Meritoria porque necesita de mi historia, de la tuya; de una distancia que se acaba bajo la sombra de un árbol en algún lugar de mi ciudad. Ciudad que esconde tu propia sombra y la maldita lentitud del tiempo.

Tiempo que no sabe esperar, memoria que me resguarda. Me resguarda del dolor y la furia, me oculta del pleno silencio. Silencio que se pierde en el desasosiego de tus manos acariciando mi piel.

Mi piel que muere de inanición. Inanición prestigiosa, amaestrada, hambre de tactos pedregosos y ripios serviciales. Serviciales como un fantasma que acomete la descripción del deseo.

Deseo infame, atroz, martilleante, esplendoroso; distante. Distante como tu voz y tus entrañas; tu sexo y tus memorias.

Memorias que se pierden en el magma de los ministerios perfumados. Perfumados planes y magníficos cortes de manga. Manga de langostas que devoran mi sociopatía incólume y bulliciosa con preguntas acerca de la salud.

¡Salud! por aquellos que pueden verte, hablarte, mirarte a los ojos sin la incertidumbre que me acomete y se inserta en la manifiesta desazón del desconsuelo. Desconsuelo que me lleva a tu nombre.

Tu nombre escrito en los carteles de la carretera, empapado del aliento del rocío vespertino y gris. Gris vacilación, irresolución corrupta, perplejidad misteriosa, indecisión indecente, inseguridad maliciosa, titubeo, fluctuación. Fluctuación de los tipos de interés en tu vida.

Tu vida, a la que quiero llegar de inmediato para bajar esta fiebre del heno que se escuda en ese vestido usado que te encanta llevar, un poco arrugado por los escarceos de un amor que aún no ha llegado.

Llegado a este punto, quiero besarte. Besarte la sombra, el sudor, besarte la palabra y el pelo; besarte justo sobre la luz de tu mirada y la lobreguez de tu ombligo; besar el aire que escapa de tu nariz, y los pliegues de tus codos, besarte la mirada.

Mirada que alguna vez se encontrará con la mía, la mirada que no veo.

No veo la hora de verte.

Anadiplosis (tambien llamada reduplicación, conduplicación, anástrofe o epanástrofe): Repetición al principio de una frase o verso de la última palabra o palabras del anterior.

Foto: Atardecer en Daireaux, provincia de Buenos Aires, fecha indeterminada (entre 2002 y 2003, creo).