TROPOS XXII - SINESTESIA

Remontar el barrilete en esta tempestad

sólo hará entender

que ayer no es hoy

que hoy es hoy

y que no soy actor de lo que fui.

Divididos, Spaghetti del Rock

Corcovea el viento sobre mis amarras. Las plantas de mis pies ven el camino que me lleva a tus pasos en la arena.

Sin embargo, un olor a oscuridad todo lo invade, la absurda sensación de hastío porque otra vez estás lejos.

Pensás que no te escribo a vos, pero mi tacto no se equivoca, cuando percibe el sonido de la textura de tu piel. Y dibuja palabras en voz alta. Y escribe el aroma que supiste descubrir en mi cuello agarrotado.

Y busco, sin brújula, una vez más el puerto seguro de tus manos, que me acogen de cualquier temporal, de cualquier brisa no deseada.

Y arrío las velas, y me dejo mecer por la marea de tus movimientos inmensos, infinitos.

Y escalo tu piel, tus rodillas, tus pechos luminosos, y los busco para protegerme de la tormenta que se desata a mi alrededor. Me aferro a esa luz, y la devoro, y la saboreo; y encuentro que en lo empinado de tu cuerpo podré, podremos, estar a salvo.

Y mis oídos ven los pasos que me enseñan, ostensiblemente, como te alejás, como tomás distancia porque no puedo tenerte. Hoy. Porque no podés tenerme. Mañana.

Puedo tocar el olor de tus besos. Cancelar el destino por un rato, cuando detenemos el tiempo. Y una de tus manos ve mi piel, apenas, como descubriendo mis palabras. Y en esa pequeña muerte que se materializa cuando tus fauces devoran a la mía, cuando mis belfos se dibujan en los tuyos... puedo oler las nubes de mayo sobre la sierra, el atardecer en la pampa, el sol del caribe secando tu ropa, y veo indeleble y delicioso, el sabor a cigarrillo de años de espera.

Aprecio extasiado, la sazón de tu nariz inquieta, de tus ojos milagrosos. Y puedo ver la insipidez de la dilación, el dejo amargo del desarraigo. Del desasosiego.

Y cada vez que te ansío, que te siento cerca... sé que después tendremos que volver, cada uno a lo suyo. A cada maravilloso o miserable momento que vivamos separados.

Porque la felicidad está en la antesala de la felicidad. La felicidad en mí es la angustia previa a verte.

Y si no estoy con vos, siento en mi mirada que me aparto del camino, percibo en el metálico sabor que me desvío irremediablemente. Huelo que me alejo, palpo la distancia.

No es que deba irme. Es mucho peor. Me extraigo de vos. Me arranco, me extirpo, me desentraño. Me desentierro, me desvanezco. Me aniquilo, me extingo, me extermino. Me suprimo, me anulo. Me liquido, me destierro, me expulso me exilio.

Porque tu piel es patria, es el final del camino, es el ruedo donde salgo a matar o morir, es el caudaloso río a cruzar, el tsunami a enfrentar. Es el aire que huele a lágrimas de desamor.

Tu pellejo se huele maravilloso esta noche, y las momias de este amor nunca estarán muertas. Se embalsaman de angustia. Se mantienen a base de breves llamadas, a base de dulces reproches, se sostienen de coincidencias inexplicables.

Hasta que volvamos a estar, aunque sea por un momentáneo lapso de sinrazón, una vez más, de nuevo, again. Juntos.

Porque una vez juntos, podrá ser indeleble y pecaminoso. Podrá ser inextricable. Una vez me quito el hollejo y puedo explicarte sin palabras, con miradas, quién soy... descubro en vos el viento que me impulsa y en mí un dulce centauro desbocado.

Y te abrazo. Y nada más hace falta.

Salvo el color del viento de Levante y el sonido de mis velas henchidas. Hasta ese punto en que no hace más falta el impulso.

Porque ahora nos mecemos juntos, a la par, al unísono; hasta que por fin sobreviene la calma. Una calma exquisita y salobre. Un sueño.

Todo fue (o será) un sueño. Porque vos sí, sólo vos podés verme

Y te abrazo. Y nada más hace falta.

Salvo los breves besos por celular, los que los pájaros no devoran.

Sinestesia: la descripción de una experiencia sensorial en términos de otra.

Foto: Cubierta de un barco abandonado, la maga del Mar Menor, Murcia, Abril de 2007.-