Y podría haberme cosido las heridas para dejar de sangrar. Pero no pude, necesité dejar fluir el dolor, y cantar una canción triste y desafinada, y entroncar tus deseos con mis penurias; y despojarme de mis ropas de arpillera para desnudar el pecho a tus balas.
Y la maldita estampa del compromiso se inclina sobre mi cabeza para hacerme pensar en lo que te extraño, y en lo que debería ser, y en lo que fue, y en lo que quiso ser, y en lo que podría haber sido, y en lo que será, y en lo que podemos hacer para que sea.
Y el estúpido sol que se empeña en arruinarme el día de lluvia, y las nuevas voces que vienen a decirme "hola", y me hacen un poquitito más feliz, y me hacen pensar que no soy el portentoso idiota que dicen que soy.
Y las flores que me llaman por la tarde, para darme noticias que ya sabía, y para escucharme latir, simplemente, y reniegan de lo que soy, de mi cáscara infame y requemada, y me tienden una mano morena y ardiente, y me dicen que aún hay Esperanzas. Y me enseñan que se puede amar lo dañado, que no hay otra razón para amar que que estés herido.
Y las vírgenes que bajan a la plaza a tomar mate conmigo, y al fin y al cabo se asustan y desaparecen. Y yo me quedo preguntando si deberé ir al Vaticano a anunciar una "des-aparición" de la Virgen.
O las heladeras que arrancan y me asustan, o el café que se enfría lentamente, o el hambre que me atenaza cada mañana, o el error que acabo de cometer, o el que cometeré, o el que estoy cometiendo.
Todo es una conjunción rutilante, y una alargada sombra pesada. Y un efímero viento que me arremolina el pelo, y un esponjoso aire que me envuelve, y un estrafalario y peligroso cuento que aún no he leído.
Y tus besos saben a moras, aunque ya no me acuerdo como eran; y tu lengua sabe a pistacho, y tus pezones a furia, y tu espalda a higos de Esmirna, y tu cuello tiene gusto a frambuesas, y tus rodillas a incienso, y tus muslos a pimienta; y tu sexo a jengibre.
Y la pregunta se dispara: ¿debo volver a pretender mirarte?
O debería desaparecer para saber quien soy; o podría esconderme de mí; o lamerme mis heridas al costado de la ruta, o decirte lo que me pasa, cuándo me pasa, y dónde me pasa.
Re-descubro, y todas son cartas trucadas. Las pegajosas que yo he jugado, y las resbalosas que jugás vos a cada rato; y las misteriosas del señor que nos tiende una mano y nos desconcierta; y las delicadas del amigo que nos invita a una caña, y la grasienta del mecánico que nos arregló el auto.
Y te encuentro, y te pierdo, como el faro de Jorge que no para de girar cada doce segundos. Y suena Bajofondo, para hacerme llorar dos muertes anunciadas.
La mía y la de mis silencios.
Y la maldita estampa del compromiso se inclina sobre mi cabeza para hacerme pensar en lo que te extraño, y en lo que debería ser, y en lo que fue, y en lo que quiso ser, y en lo que podría haber sido, y en lo que será, y en lo que podemos hacer para que sea.
Y el estúpido sol que se empeña en arruinarme el día de lluvia, y las nuevas voces que vienen a decirme "hola", y me hacen un poquitito más feliz, y me hacen pensar que no soy el portentoso idiota que dicen que soy.
Y las flores que me llaman por la tarde, para darme noticias que ya sabía, y para escucharme latir, simplemente, y reniegan de lo que soy, de mi cáscara infame y requemada, y me tienden una mano morena y ardiente, y me dicen que aún hay Esperanzas. Y me enseñan que se puede amar lo dañado, que no hay otra razón para amar que que estés herido.
Y las vírgenes que bajan a la plaza a tomar mate conmigo, y al fin y al cabo se asustan y desaparecen. Y yo me quedo preguntando si deberé ir al Vaticano a anunciar una "des-aparición" de la Virgen.
O las heladeras que arrancan y me asustan, o el café que se enfría lentamente, o el hambre que me atenaza cada mañana, o el error que acabo de cometer, o el que cometeré, o el que estoy cometiendo.
Todo es una conjunción rutilante, y una alargada sombra pesada. Y un efímero viento que me arremolina el pelo, y un esponjoso aire que me envuelve, y un estrafalario y peligroso cuento que aún no he leído.
Y tus besos saben a moras, aunque ya no me acuerdo como eran; y tu lengua sabe a pistacho, y tus pezones a furia, y tu espalda a higos de Esmirna, y tu cuello tiene gusto a frambuesas, y tus rodillas a incienso, y tus muslos a pimienta; y tu sexo a jengibre.
Y la pregunta se dispara: ¿debo volver a pretender mirarte?
O debería desaparecer para saber quien soy; o podría esconderme de mí; o lamerme mis heridas al costado de la ruta, o decirte lo que me pasa, cuándo me pasa, y dónde me pasa.
Re-descubro, y todas son cartas trucadas. Las pegajosas que yo he jugado, y las resbalosas que jugás vos a cada rato; y las misteriosas del señor que nos tiende una mano y nos desconcierta; y las delicadas del amigo que nos invita a una caña, y la grasienta del mecánico que nos arregló el auto.
Y te encuentro, y te pierdo, como el faro de Jorge que no para de girar cada doce segundos. Y suena Bajofondo, para hacerme llorar dos muertes anunciadas.
La mía y la de mis silencios.
Polisíndeton (o Conjunción) Es un pleonasmo en el que se repiten las conjunciones. ‘Y el Santo de Israel abrió su mano, / y los dejó, y cayó en despeñadero / el carro y el caballo y caballero’ (Fernando de Herrera).
9 murmullo(s):
Me sorprendió tu entrada. No esperé leer semejante texto después de una foto de naipes y un título como "polisíndeton".
Me gustó mucho.
"¿debo volver a pretender mirarte?"
Es pregunta solo corresponde a vos responderla. Tal vez "ya está", y debas coser esas heridas para dejar de sangrar. Pero en ese caso, tenés que dejar curar y no, una y otra vez, someterte a un dolor que no tiene que ser.
Gracias por pasarte por mi blog, lo seguiré haciendo por el tuyo.
Beso
Y sangrar hasta que el último sonido de su voz se apague en el silencio de tu pecho abierto...
Buen final, fue todo.
Bs.
sabes que no me asusto, en realidad crei que el asustado eras vos...
estás triste en serio?
y yo que trato de levantarme, de lamer discretamente mis heridas, de hacerlo sin que me vea el causante (pero porque lo quiero, y no quiero que se sienta mal, es como el summun del dolor, una estupidez del alma enamorada)
No tengo consejos a mano
Ya los dí todos...
egoistamente, voy a sentarme a esperar que estés de mejor talante para leerte más
Es tan lindo tu estilo
Definitivamente amigo, calma y paz.
Estás sufriendo...pero no anuncies más tu muerte, ya la pasaste, ahora viene la resurrección
Algunas veces las palabras tienen el poder de evocar una imagen...la que me vino a la cabeza al leer este texto fué la de un campo de girasoles secos. Con esa imagen post-nuclear me enfrento a otro lunes
En este Lunes de Luna es un placer volver a leerte.Sigues conjugando de maravilla técnica y forma.
Saludos
Me gusta tu estilo tan de todos, donde me siento identificado en muchas de las cosas que leí. Será que el dolor no hace comunes a todos?
Un abrazo
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