CHEESE

A ella, so far so close...

Me muerdo un labio...
Tengo una idea.
Me la habías contado antes.
Te veo pasar, nebulosa, tras la cortina. Te deseo. Una vez más.

Corro desnudo a la heladera... mis pies hacen un chasquido extraño contra el suelo... Me da frío... pongo los dedos enhiestos, divago bajo la luz del atardecer.

No importa la hora...

Solo quiero que te quedes quieta.

Boca abajo... deliciosamente quieta. Inmóvil... estacionaria piel que me conmueve.

Me siento a tu lado, en el borde de la cama... y empiezo a cortar.

La cáscara roja se despega fácilmente, como si quisiera ayudarme en este juego.

Y vos seguís ahí riendote, hermosa como siempre lo soñé.

Paralizada en este instante solo para darme este gusto. Exánime... fija en tu cintura, las piernas algo flexionadas y tu voz suave tarareando no sé que.

Inalterable, inconmovible como yo lo parezco, pero en realidad con un torbellino de emociones dentro.

Es el nombre del juego. Nuestro juego...

Una vez quitada la cáscara, me pongo en plan ordenado, y voy despacio a tirarla a la basura... aprovecho para verte desde otro ángulo... tu espalda y tus lunares, y tus dibujos únicos e irrepetibles, tus formas y el sol pegando en tu almohada, y quedándose con un hada en tus caderas, y derramándose sobre tu vientre... y tu olor intransferible, ese que me llevaré si en algún momento permito que nos separemos por cualquier motivo.

Aunque sea para ir a la habitación de al lado.

Horado el aire para estar cerca... necesito estarlo, sentir el calor de tu piel perlada de sudor.... seguís quieta, reposada, apacible, mansa como el mar que se ve de mi ventana.

Corto el queso en pequeños cubos... y los voy poniendo por la frontera de tus mitades, a lo largo de la columna vertebral... uno aquí, otro al lado...y otro y otro... y mientras los coloco te toco adrede con la punta de mis dedos húmedos, y un breve escalofrío se me transmite.

Y te deseo más, si es que fuera posible.

Me tomo mi tiempo, mientras estás sosegada o no a lo largo de la cama... llego hasta ese lugar donde la espalda pierde su nombre, y sigo un poco más...

Te miro, con esas pequeñas protuberancias blancas bajo el reflejo de la persiana, y el hambre llega sin avisar. Te veo... y te deseo un poco más, si es que fuera posible.

Me arrodillo a tu lado, esta vez fuera de la cama... y con mi mejor cara de gourmand, acerco mi boca a tu nuca y empiezo a comer... trozo a trozo, me demoro en en las pequeñas elevaciones de tu espina dorsal... lamo los espacios intervertebrales. muerdo un poco de piel en la operación, pero... ya lo sabés, son daños colaterales...

Continúo con el trabajo de merendar sobre tu piel, con fruición y deseo... humedezco tu espalda más de lo debido, pero a ninguno de los dos no importa. Bajo a traves de la orografía de tu cuerpo, y me gusta encontrar nuevos dibujos en tu piel... facetas que tal vez no siempre vea, o que nunca más vuelva a ver...

Mastico el queso con placer, porque sabe a leche y suero, sabe a sal, sabe a vos, sabe a tu esencia...

Y no dejo de bajar, mientras la angustia se apodera de mi, porque todo juego se acaba, porque siempre va a haber una madre que diga "a casa", o un sol que se oculte para no poder seguir con el partido.

Sensación bifronte de felicidad y resignación. Porque se terminará el juego. Siempre el juego tiene un final.

Cuando me como el ultimo dadito de queso, aquel que puse gracioso sobre tu coxis. Siento que he traspasado una puerta, que he cumplido el rito, y me invade una repentina desazón...

Pero, mientras mastico ese último dado de queso sin llegar a tragarlo para que el juego no culmine, insistiendo mis papilas con ese sabor algo picante e intenso, recorriendo con la lengua las texturas como hace segundos lo ha hecho con tu piel...

Mientras ocurre eso, y me lamento porque el juego ha terminado... entonces...

...entonces vos te das vuelta, desnuda, y me mirás cómplice.