Me centro en vos. Vos. Vos como un nombre único, como una brújula que esconde el norte a propósito.
Muerden tus palabras, palabras, palabras. Y yo me dejo morder. Morder despacio.
Estructuradas madrugadas, llamándote entre susurros para saber quien sos. Sos. Sos la que me vuelve insumiso, la que me deforma el sueño. Sueño. Sueño con vos. Una vez. Y otra, hasta ocho veces de buenos sueños húmedos, húmedos.Húmedos de duchas y salivas. Húmedos de deseo. Y mientras espero el noveno, entre tazas de café a medio llenar y anteojos para verte de cerca, cerca de mí el sudor amargo que me desliza ante tu pedregosa ausencia, se escapa boca abajo, abajo. Abajo del abajo.
Te oigo bailar, como un ángel. Te percibo queriéndome. Queriéndome y pariéndome. Y siempre me pregunto. Preguntas. Me pregunto si lo que tengo para vos es suficiente. Suficiente. Is it enough?
Y cadavéricos motivos me empujan a seguir buscándote. A setenta días de saber que te encuentro. A setenta minutos de saberte durmiendo. A setenta horas de haber trasnochado en la tarde con vos. Vos.
Y los conserjes se preguntan Preguntas. Y nadie les responde. Los taxistas pasan con su carga de vacío. Los trenes llegan y se van, los bondis omiten su presencia. Pero claro, todo acaba con tu presencia. Un big bang silencioso produce el efecto de vacío. Vacío. Vacío silencio estruendoso.
Cuando vos llegas, todo se acaba, se aniquila, se autoextermina. Cuando vos llegás, llegás. Para mi y para tus pies que siempre están indecisos en qué ponerse. Y te cepillás los dientes, y ya estoy escribiéndote. Y me mordés y me dejás marcas. De esas que no se quitan con el peine.
Te quito el pelo de los ojos, y puedo verte, en el lago oscuro de tu mirada, cómo todo cambia. Cómo el contacto nos hace esclavos y libres, libres, libres a la vez. Vez.
Drenando mi linfa, masajeando el interior de mi olvido, recordándome que una vez te dejo, me dejo llevar. Llevar luces de parsimonia. Escrutar el extremadamente gris marcado destino. Me preguntás. Preguntas.
Y busco el centro concéntrico de tus supiros. Y me encuentro con el centro de tu cuerpo que me espera, aunque quiere decirme que no. Preguntas que no puedo responder, ni siquiera intentarlo. Sí, estoy. Estoy. Estoy acabando de armarme para ver quién soy.
Soy. Yo soy.
Y aunque me resista, de un millón de diferentes modos, soy yo y soy vos.
Vos. Vos.
Sos. Sos.
Soy. Soy.
Y ninguna otra cosa importa.
Muerden tus palabras, palabras, palabras. Y yo me dejo morder. Morder despacio.
Estructuradas madrugadas, llamándote entre susurros para saber quien sos. Sos. Sos la que me vuelve insumiso, la que me deforma el sueño. Sueño. Sueño con vos. Una vez. Y otra, hasta ocho veces de buenos sueños húmedos, húmedos.Húmedos de duchas y salivas. Húmedos de deseo. Y mientras espero el noveno, entre tazas de café a medio llenar y anteojos para verte de cerca, cerca de mí el sudor amargo que me desliza ante tu pedregosa ausencia, se escapa boca abajo, abajo. Abajo del abajo.
Te oigo bailar, como un ángel. Te percibo queriéndome. Queriéndome y pariéndome. Y siempre me pregunto. Preguntas. Me pregunto si lo que tengo para vos es suficiente. Suficiente. Is it enough?
Y cadavéricos motivos me empujan a seguir buscándote. A setenta días de saber que te encuentro. A setenta minutos de saberte durmiendo. A setenta horas de haber trasnochado en la tarde con vos. Vos.
Y los conserjes se preguntan Preguntas. Y nadie les responde. Los taxistas pasan con su carga de vacío. Los trenes llegan y se van, los bondis omiten su presencia. Pero claro, todo acaba con tu presencia. Un big bang silencioso produce el efecto de vacío. Vacío. Vacío silencio estruendoso.
Cuando vos llegas, todo se acaba, se aniquila, se autoextermina. Cuando vos llegás, llegás. Para mi y para tus pies que siempre están indecisos en qué ponerse. Y te cepillás los dientes, y ya estoy escribiéndote. Y me mordés y me dejás marcas. De esas que no se quitan con el peine.
Te quito el pelo de los ojos, y puedo verte, en el lago oscuro de tu mirada, cómo todo cambia. Cómo el contacto nos hace esclavos y libres, libres, libres a la vez. Vez.
Drenando mi linfa, masajeando el interior de mi olvido, recordándome que una vez te dejo, me dejo llevar. Llevar luces de parsimonia. Escrutar el extremadamente gris marcado destino. Me preguntás. Preguntas.
Y busco el centro concéntrico de tus supiros. Y me encuentro con el centro de tu cuerpo que me espera, aunque quiere decirme que no. Preguntas que no puedo responder, ni siquiera intentarlo. Sí, estoy. Estoy. Estoy acabando de armarme para ver quién soy.
Soy. Yo soy.
Y aunque me resista, de un millón de diferentes modos, soy yo y soy vos.
Vos. Vos.
Sos. Sos.
Soy. Soy.
Y ninguna otra cosa importa.
Batología: Repetición innecesaria de palabras.
5 murmullo(s):
Desde el centro hasta afuera... siendo, con los grises que se acumulan y forman otras tonalidades... siendo... diferente a cada vez, filigranas que se arman... se desarman... se arman... como las gotas de agua en mi mar...
te sigo leyendo
la mayoría de las veces en silencio
te sigo leyendo
y de vez en cuando
te dejo un abrazo
Gracias :-)
Saludos
Eres ella y ella eres tú... Que dulce cuando nos fundimos en el amado...
Besitos
Por fin lo logre, logré entrar en tu página; días, días sin poder;
semanas, semanas intentando dar contigo, con vos, vos;
Y al fin, un amigo común, de los dos, de vos, de mí lo logró.
Besos de nuevo,
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