III.- ALMENDRAS

miércoles, abril 30

 





Su cabello huele a almendras.


Arden las esquirlas de la noche. Las palabras dan en el blanco. Una detrás de otra, alfombran las miradas que se han perdido sin pausa.

Escabrosas lentes deshojadas. Libros escritos con mano firme y temblorosa a la vez.


Se ha acabado la mentira. La ilusión escarcea mansamente, con ojos deformes. Pasta aún en un prado seco y yermo. Pronto se acabará la comida y deberá lamerse las heridas.


Canturreo una canción descolada, que se desarma con cada síncopa.


Maldita esperanza, puta vestida de verde y azorada. Maldita ilusión desaforada. Suenan los teléfonos, y los besos se caen desde el piso catorce de alguna parte, para estrellarse en un patio de luces o sobre la pelada del encargado de la noche.


Se ramifica el oprobio, crece como una endeble enredadera, como la hiedra envenenada.


Y el cigarrillo que fumaste aún sigue allí, en el cenicero de madera. Y me bebo la luna, porque vos tomás otras cosas sin mi.


Alguien canta un feliz cumpleaños. En alguna parte al oeste de cualquier lado.


No puedo dejar de pensar en vos. Y en tu cabello de almendras. Y en los abrazos que te debo. Una cuenta que quedará sin saldar.


Las sábanas rojas duermen un sueños inquietos. La tele habla en sánscrito, y el vaso ya está a rebosar.


Todo es tan atroz y demencial. Todo es tan implacablemente frío. Acabo de ganarme un enemigo: y es una palabra de cinco letras.


Jamás.


Pero en medio de esta escalada de violencia pueril, ocurre algo peor.


Algo que tal vez no pueda soportar, ni hoy, ni nunca.


Aunque me lo tengo bien merecido.


El quijote de la esquina me da la espalda.


3 murmullo(s):

CRISTINA dijo...

Leerte es sentir una emoción muy fuerte, muy desde dentro.
No te lo puedo escribir en cada post, pero de vez en cuando, siento la necesidad de decírtelo.

Me encanta eso de que los besos se caigan desde el piso catorce. Besos y edificios altos, dos de las cosas más bonitas que existen.
Y gracias por traerme a la memoria Manhattan, donde una vez me dieron muchos besos en un piso 21.

Anabella dijo...

Es luchar contra molinos de viento, es ser Quijote buscando a Dulcinea pero no hay que olvidarse que Siempre esta ese Sancho Panza que Cuidará el Camino que se emprenda.
Un Jamas envuelto en miedo, unos abrazos que aun ese cuerpo espera, algo que se juntos no comparten pero que alguna vez compartieron antes de que la sana locura terminara siendo la causante de tanto dolor...
La luna nunca dejará de poseer su esencia, atraerá los líquidos,siendo estos, tantas veces prohibidos y muchas veces ajenos...

Anónimo dijo...

Fuerza, cariño...fuerza, paciencia y, como siempre: cuantos menos adverbios de tiempo, mejor.

Rocinante