XIX.- TRÁTAME SUAVEMENTE

miércoles, mayo 28

 







Con calma, sin ninguna clase de prisa. Con urgencia en el deseo. Con perezosa indolencia y calculada displicencia.


Sin correr. Presente continuo. No puedo calificar lo que siento al aferrarte con esa tenue crueldad que a vos te gusta tanto. La retrolimentación del deseo. Que me lo pidas. Que yo te pida que me lo pidas.


Se aflojan las articulaciones, y el espanto se caga de miedo. El futuro se empequeñece como el puntito blanco de los televisores viejos al apagarse.


El tiempo carece de sustancia, y de concisión. A veces en 15 minutos construimos un imperio; y otras no nos alcanza la noche para hacer un aljibe donde podamos bebernos.


Me pediste que lo hiciera. Que fuera dulce y delicado; cuando no conozco otra forma de actuar a tu lado. Porque con vos soy blando y apacible; inofensivo y amable. Indulgente y dócil. Sumiso y dúctil. Pero a la vez soy fuerte y poderoso, bizarro y estoico.

Me lo pediste.

Decidiste dejar de creer en ensalmos; y comenzar a creer en alientos tibios, en fueguitos incandescentes, en megas y megas que se traspasan de una boca a otra, de un ombligo a otro, de un sexo a otro.


Y no tememos. Y creemos, y nos curamos mutuamente, sin demoras. Pero con una placidez entusiasta que repercute en el colchón que tras tu paso hiede a almendras, y me concilia el sueño, a falta de toda vos.


Una vez te dije que hasta tu ausencia era bella porque te pertenecía.


Y mientras me regodeo en la falta de vos, como quien espera un banquete, el celebérrimo asunto ha dejado de serlo. Y somos fe, alimento del otro. Y no somos otra cosa que sobrevivientes que perviven en un ocaso pálido.


Pero siempre ocurre algo diferente. Siempre es algo nuevo y mejor. La conciliación de los pequeños objetivos, tan pequeños como la decisión del lado de la cama que ocuparás.


Y sos arena, alisada cada madrugada, por unas manos que saben a sal. Y soy un molusco iridiscente, sólo por el milagro de tu presencia.


Lo que ocurrió es que me lo pediste.

Me pediste que te tratara suavemente.

Y yo pongo toda mi energía en ello.

2 murmullo(s):

Anónimo dijo...

Esa nube es de algodón, sus sombras aún no han visto al sol, está pleno el cáliz de sangre blanca

Andrea Podesta dijo...

Uffff suave, lento, como un susurro...
Que rico!!!!