XX.- ÉL

viernes, mayo 30

 

Resulta que...

Él se levanta cada mañana y toma un café con leche, y te busca, soñoliento, entre las luces que aún no se encienden.
Aún no ha desayunado. Algunas mañanas él te encuentra en una oscura y fría parada y el sol sale de un modo violento, lujurioso, cuando le sonreís.

Él no puede esconderse de tu amor. Vos no podés esconderte del de él.

Otras mañanas, si vos no estás, él camina dando vueltas por su microminimínimo refugio que deja de serlo. Él tiene frío y miedo. Pero por una bendita vez lo enfrenta, como enfrentó al Guernica de Picasso, o a las infames multitudes de Toulousse, en francés y en castellano.

Él ya no habla más inglés, pero habla un idioma mucho mejor, mezcla de gato y liliputiense. Él piensa en función a lo que hagas, sin que quepa lugar al libre albedrío. Y es tan libre al hacerlo que le escuece la piel del cuello si tus manos no la hollan, como quien llega a un nuevo mundo.

Él manifiesta sus miedos como quien mata hormigas, con displicencia y ternura. Con necesidad infinita. Él acaricia cada borde de tu piel ratificando esa malsana costumbre. Él valora tu tiempo tanto como tu experiencia. Tus necesidades como tus palabras. Él desdeña tus miedos, los agota, los enfrenta, los inhibe, los desmenuza con dientes mellados y movimientos bastos, que nunca bastan.

Sus miedos y los tuyos finalmente copulan sin más preámbulos. Y todo está bien. Y nada más importa.

Y él te escribe sin llegar nunca a describirte. Y cuando te escribe, te construye y te destruye a la vez, de un modo inconsistente, como la voz que a él se le pone cuando te aplasta con sus ganas y su aluvión de palabras.

Él se despierta al fin a tu ausencia, o a tu presencia; y desayuna con dos aspirinas, y se va con la boca llena de peppermint de su dentífrico, a falta del sabor de tus besos, a alguna parte; cualquier parte peor porque no estás.

Y luego él hace lo suyo; y lo hace bien, pero no tan bien como amarte concienzuda, redondamente. Hace un castillo de palabras como de cartas, y lo derrumba cada tarde.

Él es infinito e inefable, astuto y pendenciero, ladino y peligroso. Pero a tu lado él es definitivamente mejor. Más humano, más perfecto. Más Él.

Nueve horas más tarde, él regresa a casa, en silencio, escatimando los pasos. Perdiendo lastre, y se eleva catorce pisos hasta una atalaya, desde donde puede avistarte, y concebir los besos que aún no te ha dado.

Él está, simplemente. Y ama esta transitoriedad como vos amás cada poro de sus silencios.

Pero en el fondo él desea que esta transitoriedad nunca se acabe.

6 murmullo(s):

Claudia Sánchez dijo...

Creo que nadie puede comentar nada
sobre lo que escribís.
Porque, decir muy lindo, me encantó,
lo dice cualquiera, por cualquier cosa.
Y ésto va mas allá de todo.
Yo sólo puedo decirte No Pares, Nunca, hasta el final.
Y si querés, podés no publicarlo.
Yo igual sigo la historia, día a día.
Saludos,

Steki dijo...

Hola Andy:
No entendí el final.
Cómo que no querés que nunca se acabe esta transitoriedad?
Si no se acaba la transitoriedad nunca habrá encuentro!
BACI, STEKI.

Claudia Sánchez dijo...

Ya me puse confianzuda. Podés eliminar la ventana emergente en los comentarios? Me confundo siempre y no sé en cuál escribir (es que soy nuevita en ésto).
Volví a releer el texto y me quedé suspendida en tu última oración.
Como si lo importante no fuera el destino, sino el camino... como si fuera mejor caminar, disfrutando del paisaje, que llegar.
Porque transitando se disfruta, se ansía, se vive intensamente. Una vez llegado... nunca se sabe.
Voy a pensar mucho en esa frase, esta tarde tomando unos mates con mi amiga.
Besos,

Waiting for Godot dijo...

Es precioso, y estas palabras tan bonitoas que tampoco se acaben. Besitos.

Anónimo dijo...

¿Y si la transitoriedad fuese un sentimiento, una sensación? ¿Y si fuese solo la consciencia de la realidad, tener los pies en el suelo mientras se surca el aire? Eso sería como tener unas piernas larguísimas ¡Vaya saltos!

Perséfone dijo...

Me fascina lo que puede llegar a dar una lugar tanto la ausencia como la presencia del ser amado.

Saludos.